martes, 22 de octubre de 2024

Curso de arte japonés, art. 10º. Entorno físico, I

Después de finalizar hace dos semanas el segundo apartado de este curso de arte japonés, en el que hicimos un rápido recorrido por la historia de Japón, entramos hoy en el tercer apartado dedicado a su entorno y su reflejo en las artes, principalmente en la pintura. En cada uno de sus artículos procuraremos ver si, en lo que se refiere al entorno físico, hay o no hay puntos o temas comunes entre obras de distintas épocas o incluso de diferentes especialidades.

Este enfoque sin duda producirá algunas “idas y venidas” en el relato al pasar de un siglo a otro o incluso de una especialidad a otra de forma quizás un poco brusca, pero confío que eso permitirá entender que en Japón, más que ningún otro país, “todo” está relacionado, y las artes aún más.

El entorno japonés

Esta primera sección que denomino “El entorno japonés” la he dividido en tres apartados dedicados a sendos entornos: el físico, el religioso y el cultural. En el primero, que empieza con esta entrada, hablaré de aspectos como la insularidad de Japón, su orografía, su clima, etcétera. En el segundo lo haré de sus leyendas o mitos, del sintoísmo y del budismo. Y en el último comentaré algunos aspectos de su sociedad, costumbres, sistema de escritura, etcétera.

Empecemos pues por el entorno físico, que he dividido en varias secciones: insularidad, orografía, clima y tifones, terremotos y volcanes. 

El torii de Itsukushima-jinja, Miyajima, prefectura de Nagasaki. Foto: Javier Vives.

El entorno físico japonés

La superficie de Japón se acerca a los 378.000 kilómetros cuadrados con un perímetro de costa de casi 30.000 kilómetros. Para que podamos comparar, Francia tiene 643.000 kilómetros cuadrados; España, 505.000; Alemania, 357.000, y Reino Unido, 243.000. La distancia entre las islas más septentrional y más meridional de Japón supera los 3500 km, una cifra que no se da en ningún país europeo, excepto Rusia, que en realidad su territorio se extiende por dos continentes: Europa y Asia.

La población en 2024, según Datosmundial.com, es de algo más de 125.000.000 de habitantes

El archipiélago japonés. Foto: Google Earth.

Sin embargo, su extensión empequeñece si se compara con las grandes naciones americanas. México, Perú, Colombia, Paraguay y Bolivia superan el millón de kilómetros cuadrados, mientras que Brasil, Estados Unidos y Canadá rondan los ocho, nueve y diez millones de kilómetros cuadrados, respectivamente, esta última cifra muy similar a la de China. Dicho esto, empecemos por comentar la insularidad de Japón, un hecho que ha marcado su historia de forma notable.

La insularidad

Las cuatro islas principales de Japón son Hokkaidō, Honshū, Shikoku, Kyūshū y Okinawa, esta última, la mayor de un conjunto de más de ciento cincuenta islas que conforman el archipiélago de Ryūkyū; pero hay muchas más.

Las cuatro grandes islas de Japón y Okinawa. Foto: JNTO.

En 1987 se creía que todo el archipiélago nipón constaba de 6852 islas e islotes, pero en 2023, gracias al mapeo digital, se han contabilizado 14.125, de las cuales solo 260 están habitadas. En 2022, la Autoridad de Información Geoespacial de Japón (GSI) detectó 120.729 islas japonesas, de las que tuvo que descartar más de 100.000 que no cumplían la condición de tener como mínimo 100 metros de perímetro. Esa condición para definir lo que es una isla se basa en el criterio de la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar, aunque no existe un acuerdo internacional que lo ratifique. En el recuento efectuado por los japoneses no se incluyen los islotes en lagos o río.

Islas en Sasebo, prefectura de Nagasaki. Foto: Getty Images, vía National Geographic.

En el caso japonés, cuantificar el número de islas lleva consigo varios problemas. En primer lugar, existen zonas de tierra rodeadas de agua que periódicamente quedan cubiertas por el mar. Por otro lado, la fuerte actividad volcánica de la región, el llamado Cinturón de fuego, provoca que aparezcan o desaparezcan islas o islotes con cierta frecuencia. Todo eso explica esa enorme dispersión de cifras que se da entre los baremos actuales y los de apenas hace cuarenta años.

Islas en disputa

Actualmente, Japón mantiene disputas territoriales con sus vecinos que afectan a tres grupos de islas de poca extensión y muy poco habitadas o incluso despobladas.

Japón sigue reclamando como suyas las islas Kuriles, ocupadas por Rusia tras la Segunda Guerra Mundial. La parte nipona aduce que los ainu habitaron en esa región desde mucho antes de que los eslavos las descubrieran en el siglo XVIII. Hoy día viven unos 20.000 rusos repartidos en diferentes islas.

Las islas Kuriles. Las líneas rojas indican las que formaban parte del territorio nipón en esos años.
Foto: Wikimedia Commons.

En sentido contrario, las deshabitadas islas Senkaku, situadas en el mar del Este de China entre Taiwán y Okinawa y bajo administración de Japón, son un punto de disputa entre Taiwán y Japón desde finales de los años sesenta del pasado siglo que, a raíz de las pretensiones chinas de anexionarse Taiwán, también involucra a China.

El círculo amarillo señala los ocho islotes Senkaku en disputa con Taiwán. Foto: Google Earth.

Foto aérea de tres de las islas de Senkaku: mayor de todas, Outsurijima (4,3 km²), 
y las menores, Kita Kojima (0,31 km²) y Minami Kojima (0,40 km²). Foto: Wikimedia Commons.

Otro desacuerdo territorial activo desde hace más de 300 años, esta vez entre Japón y Corea del Sur, son los islotes de Takeshima en el mar de Japón, que los coreanos denominan islas Dokdo y mar del Este, respectivamente. En este caso las islas están ocupadas por oficiales de la policía surcoreana. Tanto Corea del Norte como Corea del Sur aducen que esas islas pertenecían al reino coreano de Silla desde el año 512, mientras que Japón alega que en el periodo Edo (1603-1868) eran territorio nipón.

Las islas Takeshima. Foto: Google Earth.

La isla de Takeshima. Foto: web de la Columbia Law School, Center for Korean Legal Studies.

Insularidad y aislamiento

Pero, dejando de lado esas disputas territoriales, lo que conviene resaltar aquí es que la insularidad de Japón, un hecho que siempre permite o facilita un determinado aislamiento, se ha visto reforzada por un proceloso mar que separa sus islas del continente asiático y que antiguamente era una barrera casi infranqueable durante gran parte del año.

Hay que tener en cuenta que la distancia más corta entre Japón y Corea (Fukuoka-Busan), unos 195 km, es casi cuatro veces la que separa Inglaterra de Francia (Dover-Calais). Además, los tifones que frecuentemente azotan ese mar, antiguamente lo hacían innavegable durante meses y meses. Esas dos circunstancias favorecieron que el pueblo japonés estuviera aislado del continente asiático durante siglos en un grado muy superior al inglés respecto del europeo.

El enclaustramiento y la limitación de los contactos de Japón con países extranjeros durante más de dos centurias y media (1603-1868) los facilitaron las características de su insularidad. Esa especie de cuarentena controlada hizo posible que desarrollara una cultura muy singular, diferente incluso de sus vecinos coreanos y chinos, a pesar de sus incuestionables influencias.

Esa característica contrasta con las numerosas relaciones que se produjeron en la Europa de la época, cuyos países, excepto Reino Unido, se encontraban en un entorno continental, no insular.

Katsushika Hokusai: La isla Tsukada, provincia de Musashi de la serie Treinta y seis vistas del monte Fuji,
xilografía, 25,4x38,7 cm, 1830-1932. Museum of Fine Arts de Boston. Foto: web del museo.

Las islas de Japón en su arte

A lo largo de toda la historia de Japón, esa insularidad se ha reflejado en su arte, concretamente en la pintura, de forma recurrente. Veamos algunos ejemplos.

Enoshima es una isla de poco más de cuatro kilómetros de perímetro que cuando la marea está baja queda unida con una estrecha franja de tierra a la costa de la península de Miura, en Fujisawa, prefectura de Kanagawa.

Utagawa Toyokuni II (Toyoshige): Tiempo despejado en Enoshima, de la serie Ocho vistas de lugares famosos,
xilografía, 24,5x37,2 cm, 1833-1834. 
Museum of Fine Arts de Boston. Foto: web del museo.

Enoshima es uno de los cien lugares históricos de Japón, lo que propició que se hicieran muchos grabados policromos con vistas de algunos de sus lugares más visitados. Existe una obra de teatro titulada Enoshima estrenada en 1533 por el actor Kanze Nagatoshi (1488-1541). La isla también aparece como lugar donde se desarrolla la acción de algunas obras de kabuki.

Katsushika Hokusai: Enoshima en la provincia de Sagami, de la serie Treinta y seis vistas del monte Fuji.
xilografía, 25,2x37,6 cm, ca. 1830. The Metropolitan Museum of Arts de Nueva York. Foto: web del museo. 

En el año 1182 se fundó en Enoshima un santuario consagrado a Benten (Benzaiten), una divinidad asociada con la buena fortuna y patrona de las artes, por lo que muchos actores de kabuki acudían a la isla para venerarla. A finales del periodo Edo, el culto a Benten convirtió a la isla en un destino muy popular. El hecho de que su imagen solo se mostrara cada seis años, generaban en esos periodos un ingente número de visitantes.

Utagawa Hiroshige: Peregrinaje a la gruta del santuariode Benzaiten en Enoshima,
xilografía, 35,7x24,8 cm cada lámina, ca. 1850. British Museum de Londres. 
Foto: web del museo.

Takahashi Jūichi: Enoshima, 1876-1877, óleo sobre tela, 47,0x74,0 cm.
Museo de Arte Moderno Hayama-Kamakura. Foto: Wikimedia Commons.

La imagen de las numerosa islas e islotes que salpican, por ejemplo, en mar Interior, se ha visto parafraseada innumerables veces no solo en la pintura, sino también en los jardines japoneses mediante piedras de todos los tamaños y formas cuidadosamente asentadas en un lecho de gravilla o musgo.

Las rocas que se utilizan en los jardines secos se han asociado desde siempre con montes o islas en el mar, este simbolizado por el rastrillado de la gravilla y cuyas olas se rompen en forma del musgo que rodea a las piedras.

El jardín seco en la residencia del superior del templo zen Kennin-ji, Kioto. Foto: Javier Vives.

En el estanque de popularísimo Kinkaku-ji de Kioto, se distribuyen varios tipos de islotes de diferente tamaño y vegetación que rememoran el paisaje insular del país.

El estanque de Kinkaku-ji con sus islas. Foto: Javier Vives.

Más información sobre Kinkaku-ji 

El 6 de mayo de 2014 publiqué un artículo sobre el pabellón de Kinkau-ji. Este enlace lleva a esa entrada.

Voy a dejar para la próxima entrega el seguir hablando del entorno físico de Japón y en concreto de las montañas y su plasmación en el arte. Eso será dentro de dos semanas.