martes, 13 de diciembre de 2022

La danza butō, 6

Bailarinas japonesas de butō en Europa, 1 

Hace quince días, en la anterior entrega, comenté el primer espectáculo de danza butō que se vio en Occidente, en concreto en París en 1978. En él hablé de uno de sus protagonistas principales, Murobushi Kō, por lo que hoy toca hacerlo del otro, de Carlotta Ikeda.

Carlotta Ikeda (1941-2014)

Carlotta Ikeda, llamada en realidad Ikeda Sanae, adopta ese nombre en recuerdo de la bailarina italiana Carlotta Grisi (1818-1899). En 1960, Ikeda comienza a estudiar en Tokio primero danza clásica y enseguida moderna, hasta que en 1972 entra en la compañía de butō Dairakudakan, a la cual dedicaré un par de artículos dentro de varios meses. Consúltese este índice, que publiqué al iniciar esta serie, para saber en qué fecha se lanzarán esas entradas.

Carlotta Ikeda en 2002. Foto de Boris Horvat/AFP via Getty Images.

En 1974, Ikeda funda con Yoshioka Yumiko, de la que hablaré en el siguiente artículo, la compañía Ariadone, integrada únicamente por mujeres y para la que Murobushi Kō crea varias coreografías que con los años se readaptan para diferentes montajes. Algunas fuentes, por ejemplo, la web de Dairakudakan, afirman que Ariadone la crearon Ikeda como directora y Murobushi como productor y de quien vimos su trayectoria en el anterior artículo.

Como ya he comentado al principio y dije en esa entrada, Ikeda fue una de las intérpretes que actuó en aquella histórica función de 1978 en París, cuando Occidente descubrió el butō. Tras esa experiencia, en los años ochenta, se trasladó a vivir a París y más tarde definitivamente a Burdeos.

El primer gran éxito de Ikeda y su compañía es Zaratustra, una obra, basada en el mito de Ariadna, Dionisio y las bacantes, que coreografía Murobushi y se estrena en 1980 en el auditorio de la célebre escuela de ikebana Sōgetsu (Sōgetsu kaikan) en Tokio. Al año siguiente se presenta en Burdeos, Francia. En sus ocho cuadros, en los que se utilizan algunos elementos ya vistos en La puerta del edén, se crea una atmósfera onírica en la que se refleja la estrecha línea que separa la ilusión de la realidad. 

La compañía Ariadone en la obra Zaratustra, coreografía de Murobushi Kō de 1980.
Ikeda es la situada en el centro de las tres bailarinas agachadas. Foto: web de Murobushi Kō.

Por esa época, Murobushi, maravillado con el texto de Nietzsche, deseó trasladarlo a una obra que fuera “un genuino butō de vanguardia”. En cada escena de la pieza, la escenografía era diferente y sorprendente. La sangre de la cabeza cortada del Minotauro se representaba con polvo de tiza coloreada. Las bailarinas aparecían con el célebre atuendo de Nijinsky en su Preludio para la siesta de un fauno. Las brujas reían aparatosamente. Y para acabar, se empleaba un considerable atrezo.

Por su parte, la música empleada no era menos variada. Entre otros compositores se escuchaba a Iannis Xenakis, Pink Floyd, Keith Jarret, Erik Satie, así como el sonido de campanas budistas o gagaku (música de la corte japonesa del siglo VIII). Zaratustra fue una de las obras más elaboradas e importantes de Murobushi y Ariadone.

Carlotta Ikeda en la obra Zaratustra, coreografía de Murobushi Kō, París 1984.
Foto: Thierry Orban/Sygma via Getty Images

Me gustaría comentar rápidamente la constante mirada hacia Occidente de los creadores nipones que, aunque en ocasiones resulte difícil descubrirla, en otras es evidente, como en este caso. Por un lado, la música empleada en Zaratustra era muy ecléctica y variada, pues iba desde Xenakis al gagaku pasando por Satie, Pink Floyd, etc. Y por otro, en su coreografía sucedía otro tanto. En cierto momento de la obra, por detrás de un enorme minotauro decapitado, aparecían unas bailarinas semidesnudas que recordaban claramente a Nijinsky en su célebre Preludio a la siesta de un fauno. Dos de ellas se ven en la siguiente fotografía. 

Escena de Zaratustra coreografiada por Murobushi Kō para la compañía Ariadone.
Imagen de su estreno en Tokio, 1980. Foto: web de Murobushi Kō.

Comparemos la ilustración anterior de la obra Zaratustra de Murobushi con la siguiente de Nijinsky en su rompedora coreografía para el Preludio a la siesta de un fauno estrenada en 1912 en París por los Ballets de Diághilev. La posición de los brazos y manos del fauno y las de las bailarinas de Ariadone son muy semejantes. Las mallas de Nijinsky tienen su réplica en los escuetos parches negros que apenas cubren los blancos cuerpos de las oficiantes niponas.

Nijinsky en Preludio a la siesta de un fauno, 1912.
Foto: Getty Images.

La coreografía creada por Nijinsky para la compañía de Serguéi Diáguilev, además de provocar el consiguiente escándalo, se alejaba del patrón de la danza clásica para acercarse a los presupuestos más libres de Isadora Duncan (1877-1927) y Émile Jaques-Dalcroze (1865-1950). La posición de sus brazos y manos, así como la de las piernas y pies rompía sin concesiones la ortodoxa linealidad del ballet clásico.

En el año 2005, Murobushi e Ikeda realizan una nueva versión de Zaratustra que titulan Variaciones Zaratustra. Las dos fotos siguientes de la artista la muestran encarnando dos papeles diferentes en la versión original y en la de 2005.

Carlotta Ikeda en Zaratustra, versión 1980.
Foto: Thierry Orban/Sygma via Getty Images
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Carlotta Ikeda en Variaciones Zaratustra,
versión 2005. Foto: Photo Lot.


Inserto a continuación un clip de esa nueva versión de Variaciones Zaratustra por la compañía Ariadone de Ikeda. La grabación procede de una función de 2005, el mismo año de su estreno, ofrecida en el Théâtre 140 de Schaerbeek, Bélgica, y solo dura dos minutos. Esa obra se ha convertido en una de las piezas históricas del butō.

En 1981 y de nuevo en el auditorio de la escuela Sōgetsu en Tokio, se estrena Utt, otra coreografía de Murobushi para Carlotta Ikeda como solista que se ha representado muy a menudo junto con Zaratustra porque con ambas se muestra en una sola función la labor del cuerpo de baile de la compañía y la de su primera bailarina. En el montaje de Utt se incluye una lluvia de sal (elemento purificador en el sintoísmo japonés) que cae sobre la protagonista, un efecto recurrente en muchas producciones de butō como podremos comprobar a lo largo de esta serie. 

Carlotta Ikeda en la obra Utt, coreografía: Murobushi Kō, 1981.
 Representación en el Teatro de París, 1984.
Foto: Photo Lot, Facebook de Ariadone.

El estreno de Utt en el auditorio del flamante edificio Sōgetsu fue todo un reto para Ikeda por lo que le supuso bailar un solo a lo largo de varias escenas con cambios de vestuario. Al final de su actuación todos los miembros de su compañía salieron a felicitarla y ofrecerle un enorme ramo de flores. Recordemos que ese auditorio se encontraba en la sede en Tokio de la renombrada escuela de ikebana, institución que en 1977 había estrenado su nuevo cuartel general proyectado por el arquitecto Tange Kenzō (1913-2005). 

Ishiwata Mai en la obra Utt, coreografía de Murobushi Kō de 1981.
Representación de 2015 en Biarritz, 1984. Foto: Frédéric Desmeure.

Adjunto un clip que se publicó en el canal de YouYube de La Passerelle, Scène National de Saint Brieuc, en Burdeos, un mes después del fallecimiento de Ikeda: Recordemos que la japonesa residió en esa ciudad más de treinta años. Como homenaje póstumo a la bailarina, en octubre de 2014 se ofreció un nuevo montaje de la obra Utt a cargo de una de sus colaboradoras más estrechas: Ishiwata Mai (¿-?). El vídeo dura unos dos minutos y la música que se escucha es el Pie jesu del Requiem de Fauré.

 

A partir de 1993, los estrenos de la compañía de Ikeda, ya asentada en Francia, se presentan en Europa antes que en Japón. Su primera obra vista en el Viejo Continente es Ai-Amour, en concreto en Estocolmo. Desde ese momento, todas las premières de sus coreografías serán en Francia. Inserto a continuación un clip de esta pieza; dura menos de dos minutos.



Chez Ikkyū, el primer trabajo de Ikeda pensado para un público joven, se basa en la vida del célebre Ikkyū Shōjun (1394-1481), poeta, calígrafo y monje zen de ideas y costumbres muy heterodoxas. En la obra intervienen tres bailarinas, un tañedor de koto, otro de shamisen y una cantante soprano. Lo occidental y lo oriental, así como la coreografía moderna y la música tradicional se amalgaman en un verdadero poema visual tierno y suntuoso al mismo tiempo, 

La obra Chez Ikkyū de Carlotta Ikeda, 2010. Foto: Photo Lot en el Facebook de la artista.

Con esto concluye este artículo. En el siguiente hablaré de otra artista también asentada en Europa. Será dentro de dos semanas.